miércoles, 27 de enero de 2016

Las sirenas son seres cuya mitad superior suele tener el aspecto de una bella mujer, mientras que, de la cintura para abajo, no presentan piernas sino una cola de pez. Su origen se remonta a la mitología griega, aunque las sirenas también han aparecido en la mitología y el folclore de distintas civilizaciones.
Pese a ser originarias del ámbito mitológico, con el paso del tiempo las sirenas se introdujeron en la esfera del folclore.leyendas y las creencias populares. Así, a lo largo de los siglos ha habido muchísimos avistamientos de supuestas sirenas, los cuales han ido disminuyendo su frecuencia con el avance del conocimiento científico y el retroceso de la superstición. No obstante, aún en el siglo XX se han dado avistamientos.
A la fecha actual no existe todavía evidencia contundente que haga pensar en la existencia de las sirenas; y, lo que en el pasado pudo haber sido tomado como evidencia (los cadáveres falsos creados por taxidermistas, por ejemplo), en términos generales ya se encuentra esclarecido. Pero a pesar de todo subsiste una pequeña chispa de duda, al punto de que algunos han hecho la especulación científica de que las sirenas podrían ser un eslabón perdido en la evolución humana; y otros, desde la pseudociencia o el esoterismo, han afirmado que las féminas acuáticas son un experimento genético de los extraterrestres, o un cierto tipo de entidad del otro mundo, ya se trate de espíritus, tulpas, o incluso demonios…

Las sirenas y la mitología

Mitología griega

El antecedente de las sirenas está en unos seres con cuerpo de pájaro y torso o rostro de mujer (las arpías), así como una voz musical, atractiva e hipnótica. Es después cuando aparece la sirena que todos conocemos y que, al menos en lo que respecta a escritos aún conservados, aparece por vez primera en un famoso libro de Homero: La Odisea.
La historia de su origen (en la ficción mítica) es la siguiente: Océano se casa con suhermana Tethys y tiene varios hijos, tales como Nereo, Doris, Aqueleo o las Oceánidas, quienes eran tres mil y poblaron los mares.
Después hubo un nuevo incesto (la mitología está llena de incestos) entre Nereo y su bella hermana Doris, conocida como “la de hermosos cabellos”. De esa unión nacieron las cincuenta Nereidas, cada una con una misión especial y, muchas de ellas, futuras madres de héroes como Aquiles o Eaco.

Ulises atado al mástil de su barco para evitar la tentación del canto de sirena.
Ahora, a las Nereidas también se les conocía como “ninfas del Mediterráneo” y “Ninfas del Mar Negro”, y se las representaba como mujeres hermosas, desnudas o semidesnudas. 
las sirenas

martes, 5 de enero de 2016

Los reyes magos

Erase una vez un niño muy triste, era un niño meditabundo, muy correcto y educado, pero… no creía en los Reyes Magos.
Lo peor de la cuestión no era que fuera ya mayor, es que nunca había sentido esa ilusión. Para comprender su situación, hay que retroceder un montón.
Eran muchos de familia, siete hermanos: cinco niños, dos niñas; tres adultos: el padre, la madre y el abuelo. Mucha gente, muchos gastos y muchas bocas en el plato.
El niño era el mayor de sus hermanos, por lo menos se libraba de heredar ropa y calzados. Los pequeños de vez en cuando, exigían una mascota, un perro o un gato para tratarlo con cariño: “¡Imposible!”, ese hogar era ejemplo de austeridad, en las comidas no quedaban ni sobras.
La época de Navidad, era un infierno para el chaval. En el camino al colegio, lucecitas y guirnaldas le recordaban que ya se aproximaba: “¡Ay! ¡Qué horror! Y lo peor, casi un mes queda para Reyes, ¡el colofón!”
Siempre recibían los mismos presentes, camisetas, calcetines … y algún que otro cachete. Estaba claro que pasaban estrecheces, pero… al menos… un beso, una caricia o cantar un villancico tal vez los hiciera más ricos. Sin embargo, los mayores confundían el no poder comer pavo, con ser más bien huraños.
El abuelo, ese año, no soportaba más la pena de su nieto, así que haciendo un esfuerzo, le regaló unas monedas: “Toma hijo, cómprate lo que quieras y no pases más pena”
El niño pensó, “tal vez en otro sitio esté mejor”, compró un billete de autobús y se marchó sin decir ni adiós.
“¡Qué tragedia, qué desgracia, el niño nos ha dejado desolados!” “Todo por tu culpa, ¡no tienes disculpa!” El abuelo cabizbajo, callaba por no soltar sapos.
Esas navidades, todos reflexionaron: los padres echaban mucho de menos al pequeño; el abuelo no se arrepentía, sin embargo, de su regalo; los hermanos ni jugaban, ni reían; el niño, pasaba mucho miedo y frío: “aunque mi hogar sea triste y nunca me hayan visitado los Reyes Magos, por lo menos tengo el consuelo de estar con los míos apretujado”.
El cinco de enero regresó, esa noche hubo en la casa regocijo y agitación, cantaron, bailaron y se besaron. Por la noche la madre depositó una poesía de Melchor en la mesita de cada uno de los hermanos.
¡Siempre recordaron el más precioso regalo que recibieron de los Reyes Magos!
Fin